Conoce los problemas que tiene una persona con alta sensibilidad al ruido
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Leonarda Calvo es una colaboradora
de Planeta Fácil
que vive en Canarias.

Ella es una persona autista,
y pertenece a la Plataforma Estatal
de Representantes de Personas
con Discapacidad Intelectual y del Desarrollo
de Plena inclusión.

Leonarda nos cuenta las dificultades
que tiene con el ruido:

RUIDO, RUIDO, RUIDO

Desde que tengo uso de razón,
he tenido que sobrevivir, a pesar del ruido
(y otras piedras en mi camino diario).

Había personas que no soportaba
simplemente por su timbre de voz,
aunque estuviesen en el otro extremo
de la casa.

Venían de visita y yo no me levantaba
hasta que se marchasen
(así también me ahorraba
el tener que saludarlas).

Desde que empecé a ir a la guardería,
recuerdo el momento del recreo
como una situación abrumadora y ensordecedora.

Buscaba donde pasar ese rato
lo más tranquila posible,
lo más alejada de los gritos y la algarabía.

Sufría tantísimo que llegaba un momento
en que mi sistema nervioso
no lo soportaba más y desconectaba.

Hoy sé que se trataba de un shutdown

El shutdown es una crisis interna,
como un apagón:
te quedas sin fuerzas, se incremente la hipotonía,
puedes incluso no mantenerte
sentado en una silla, dormirte
y hasta tener fiebre.

Al desconectar era
como cuando te sumerges en una piscina,
todos los ruidos se atenuaban
y podías tranquilizarte
y tener un poco de paz.

Luego llegó primaria.
Los ruidos se incrementaron.
Había ruido dentro y fuera del aula
y yo los oía todos.

Me limitaba aguantar,
a dejar pasar la mañana
hasta que me pudiera marchar,
pero claro, era incapaz
de atender a cualquier cosa
que se pudiera estar explicando en clase
y llegaron los suspensos.

Siempre cansada.
En mi casa no había ni televisión.
Era maravilloso.

Y así pasó toda mi etapa escolar.
Aunque se dieran cuenta
de que era mejor
que yo estuviera sentada en primera fila,
eso no era suficiente.

Los compañeros cuchicheaban,
se escuchaba el lápiz sobre el papel,
el sonido de los fluorescentes,
y todo ese ruido se iba acumulando
hasta que desconectaba (shutdown)
y entonces podía estar tranquila,
o no.

Si había aguantado demasiado,
aunque desconectara de los ruidos externos,
no desconectaba de los internos.

Desrregulada sensorial y emocionalmente
me irritaba el sonido de la sangre
fluyendo por las venas
y el de mi propia respiración.

Llegó la adolescencia
y la cosa mejoró
aunque no fuera que yo
quien implementara recursos
de manera consciente,
ahora sé porqué funcionó.

Por la calle iba con mi walkman
y eso me aislaba del ruido;
hacía ejercicio físico y eso me ayudaba
a regularme sensorialmente;
pasaba las tardes en absoluta soledad y silencio
y eso para mía era la paz absoluta;
y ya elegía la ropa que quería ponerme
y eso también ayudaba a regularme sensorialmente:
elegía los tejidos y que fuera ajustada
pero no apretada.
Ahora sé que todo eso me ayuda
a regularme sensorialmente.

Amante de las bibliotecas. Siempre buscando el silencio.

Transcurrí a la vida adulta
con esas pequeñas adaptaciones
que aprendí casi por casualidad
(es más probable que fuera
a base de ensayo y error).
Fui madre y llegó mi diagnóstico de Autismo
y de Desorden de Procesamiento Sensorial.

Y ahí ya, en manos de una experta,
Dafne Santana, entendí
por qué no podía convivir con el ruido
y otros tantos estímulos,
supe que no tenemos cinco sentidos
sino ocho, y tuve acceso
a muchas más herramientas
que me resultan imprescindibles
para sobrellevar el día a día en un mundo
que no está diseñado
para quienes lo sentimos,
lo percibimos, y lo interpretamos
de diferente manera.

Descubrí que existían
cascos de cancelación de ruido
y las primeras veces que los usaba
se me caían las lágrimas.
Lo que yo hubiera dado
por tenerlos desde niña
y no tener que esperar a los 44 años.

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